
Luego, de vuelta al bote y a buscar los mejillones. Algunos de los tripulantes (mis compañeros de clase con los guías del recorrido) nadan y extraen una masa amorfa marrón, que ya cerca defines como un cúmulo de mejillones adheridos a una superficie. Xavier explica la diferencia entre uno y otro y su hija, quién nos acompaña (ese día no tenía escuela), nos enseña también a cómo separarlos para luego comerlos. Es un trabajo delicado, porque dependiendo de lo que hagas, matas antes de tiempo al mejillón. Si lo vas a devolver al mar, no le arranques las barbas. Otro de los guías (Niels), nos explica algunos detalles que permiten diferenciar un mejillón de otro y cuenta que el verde acaba con el negro; un compañero de clase (Henry, quién es biólogo marino) explica también la adaptabilidad de algunas especies a nuevos hábitats y cómo llegan a nuestras costas a causa de los barcos que van de un continente a otro.

Llegamos finalmente a la orilla y nos ofrecen una degustación de cuanto pescamos. En una plancha de zinc ardiente se colocan los mejillones y se dejan cocinar unos minutos. Las conchas se abren con el calor y sabemos que no quedará ni uno allí. Algunos prefieren los blancos y otros los prefieren rojos (hembra o macho respectivamente)... Pero asados y con limón, como vengan.
Datos curiosos:
- Los mejillones tardan 3 a 4 meses en ser recolectados si son de cultivo, en el caso de La Guardia. No tienen el problema de la veda y permiten que otros ecosistemas se recuperen.
- Los barcos transportan larvas y huevos de diferentes especies en sus filtros.
- Los mejillones deben ser retirados a mano.
- Las "barbas" son parte del mecanismo de sujeción del mejillón. Al retirárselo le impides sobrevivir al ser devuelto al mar.
- Muchos países tienen prácticas de cultivo (mejillones, salmón, etc). No tocan otros ecosistemas para obtener producción.
- En una balsa puedes amarrar hasta 110 cuerdas, de las cuales obtendrás más de un metro de longitud, cubierto por mejillones.
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