Cuando
me toca preguntarme sobre mi trabajo de escritor, usualmente proviene de una
crisis. Generalmente trato de no preguntarme tal cosa, porque sé que invertiré
horas que a veces ni tengo, pues el día a día se las come; no me
regodeo en descifrar lo que para mí debe escribirse o no. Y
casualmente hoy (que más bien es causal), realmente necesitaba escribir.
Recordé ese fuego, la ráfaga de emociones, que es mejor pasar por el
embudo de la respiración y entonces agarrar el colador por el lápiz
y tamizar por el papel...
Necesitaba,
no complacer. Pero no complacer a lo mediático. No quiere decir que no haya
algo de razón en lo que dicen los medios. Pero para mí era mucho más necesario
decir aquello que uno cree y menos necesario tener la razón. El no
complacer a los medios viene justificado, por ejemplo, cuando estos transforman
a los hombres en ídolos, sin recordar la responsabilidad al hacerlo. Más allá
de todo esto, uno tiene razones para escribir, que a veces es más honesto que
el "tener la razón", porque de ahí partimos a buscar explicarnos
entre en todos y construimos mejor el criterio de realidad del cual
participamos como los muchos que somos. Entonces tener la razón puede ser
cierto o no. Pero como no depende enteramente de nosotros, en tanto depende
de un consenso y una realidad acordada, resulta más importante el tener
razones para decir lo que se dice, lo cual no deja de ser un asunto
propio. Esa honestidad para con uno, puede hacer grandes cosas. Se revela en ella,
una honestidad para con el otro y para con el mundo.
Necesitaba
también, exorcizar algunos demonios personales. Algunos que aún hoy me tientan
y sacan de mis casillas. Uno de los peores, la estupidez humana (de
este caso en particular), que no es solo un demonio personal. Pero
yo le temo más a la mía. Y viéndola afuera, no pude dejar de contactarla.
Y escribí para no dejarla hacer de las suyas. Y cuando hay ira y rabia, nada
mejor que escribir después de sufrirlas, porque a veces hace falta
compartirlas. Escribir sirve para que la injusticia no pase totalmente
impune. Escribo para encerrar al animal que llevo dentro si conviene. También
para soltarlo. Escribo para escupir también. A veces escribo para no tener que
escupir.
Escribo
para dejarle un rastro de migajas a quien olvidó por dónde ir. Escribo para
comer, escribo para beber; escribo lo que como y escribo lo que bebo. Me
indigesto a veces. Y hasta me alcoholizo. Cocino realidades; las blanqueo y las
confito.
Escribo
para abrir puertas y también para cerrarlas.
Escribo para crear. Es culpa del mundo el que yo tenga ideas en mi cabeza y quiera crear. Es culpa de la experiencia y de tener ganas de comerme al mundo. Es culpa de la realidad, sea lo que eso sea. Vivir termina por darme combustible. Y cuando escribo termino por dejar una foto, que a su vez me produce ganas de escribir.
Escribo
porque mi memoria es finita. Si bien hay espacio infinito en esa nebulosa,
pescar en ese tumulto es más fácil cuando tienes la red. O bien, la
memoria es un tesoro, del cual es mejor tener el mapa.
Escribo porque…
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