martes, abril 22, 2014

Cara es la paga... Pero buena será la compra

Este título es un préstamo de una frase que aparece en El Silmarilion, de J.R.R. Tolkien. Si bien el autor nunca se adentró en el género de la ciencia ficción (aunque de repente puedan aparecer coletazos de este género), no se puede negar que su interés por la convivencia con el entorno natural está registrado en su obra referida al lugar que él llamó La Tierra Media. Vale la pena releer cualquier referencia a este mundo fantástico para que, como mínimo, termine uno queriendo ser un elfo o un hobbit, viviendo en un árbol o un hoyo, respectivamente. Y si nos vamos a las adaptaciones cinematográficas (La trilogía El Señor de Los Anillos), la referencia es directa a la tala masiva, mostrada sobre todo en La Comunidad del Anillo y Las Dos Torres, en aras de la industria. En todo caso la frase no aparece en el mencionado libro, a efectos del tema ambiental… Pero cae como anillo al dedo más delante de este post.
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            Desde hace unos tres años trabajo con una organización, que entre muchas de las actividades a realizar, la educación para la convivencia con el medio ambiente y su conservación resulta un pilar. Durante las vacaciones escolares tratamos de enseñar a los más jóvenes la importancia de ello así como adiestramos en acciones coherentes para llevar a cabo tan importante y tan encajonada tarea. Durante las semanas que dura la temporada, se siente que estamos cambiando al mundo; comenzamos por las semillas del conocimiento y la ética, sembradas en la mente y el alma de los participantes. Los mismos aprenden lo básico de la selección de los desperdicios y también sobre el aprovechamiento de material reutilizable. Y por supuesto la importancia y cómo no es un trabajo en vano. Y verdaderamente, quienes trabajamos en esto creemos que no es en vano. Personalmente, a veces resulta todo un trabajo de creencia, cuando al volver a la realidad lo aprendido tiene que hacerse camino entre la hiedra de cierta ignorancia voluntaria de la sociedad. En nuestro país, al menos, hay mucho camino que recorrer en el tema de la reutilización de materiales, reciclaje y selección de desperdicios, así como de vertederos, conservación de hábitat, entre otros temas.
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            Tengo unos cuatro meses viviendo fuera de la región capital del país. A veces extraño el funcionamiento de una zona urbana de ese calibre. La verdad es que no. Probablemente extrañe la posibilidad de conseguir ciertos productos y servicios. Pero no el funcionamiento. Como en muchos estados, la región capital es productora de toneladas y toneladas de desperdicios y quizá una de las principales promotoras indirectas de la no-conservación. Si bien algunos municipios procuran que no sea así, la pelea contra la contaminación tiene como enemigo a los pobladores de Caracas y otras zonas aledañas. Uno puede entender que la sobrepoblación no tenga culpables. Pero la basura en la calle, un buen porcentaje de los casos es responsabilidad de quién la deja allí. Si hubiese una preocupación canalizada, Caracas, Los Teques, La Guaira, entre otras, tienen la posibilidad de hacer un gran bien y dar el ejemplo en esta materia. Por supuesto, hay un porcentaje que corresponde al gobierno nacional, al menos en el tema la educación, el de vertederos y logística, lo cual a estas fechas es innegable. No quiere decir que se quite la responsabilidad a los individuos. Pero si la promoción del aseo y ornato fuese coherente, el gobierno podría lograr mejoras en todas las aristas. Es cuestión de dar el ejemplo (y no de obligar de la boca para afuera).
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            Parte de mi familia proviene de un pueblo del interior. En la localidad una de las actividades más normales y atractivas es el ir a bañarse al río. De hecho, ir río arriba supone ir a zonas más tranquilas y menos frecuentadas. Me cuentan que durante los últimos años el río está bastante seco y tal cosa se debe en parte a tomas que en pueblos que disfrutan del mismo río se hace. Aparentemente hay bloqueos o desvíos que otrora no estaban presentes. Y estos son causados por factores humanos. Como consecuencia disminuye el caudal y la posibilidad de utilizar agua en el pueblo de mi infancia. La gente de la zona (no solo la del pueblo), sostiene que estos bloqueos no son causados por mucha gente, si no por individuos particulares. Ocurre algo parecido con la polución de los cauces. Una cosa es que la gente cruce con el ganado y naturalmente el agua se ensucie con tierra y excremento. Pero quienes crían ganado saben cómo evitar contaminar y cómo no afectar a terceros. Las señoras que van a lavar al río, por ejemplo, no usan otra cosa que jabón azul. Pero durante nuestra aparente bonanza de plata y el libertinaje de hacer y no medir las consecuencias, ahora la polución se da con plástico, ropa, metales (véase parrillera portátil), entre otros. Y es una realidad común a muchos pueblos del interior del país. La educación ambiental no se asoma. Pero ¿qué importa? Hay agua para rato… ¿O no?
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La isla tiene sus pros y sus contras. Vivir en Margarita implica un cambio de logística en cuanto a los recursos. El agua es lo primero. Nos llega dos veces por semana adonde vivo. Y la isla se surte de agua gracias a una tubería submarina. En estos días el racionamiento ha sido un poco más severo que en otros meses, por lo cual la logística para lavar, bañarse, limpiar la casa y hasta cocinar vuelve a cambiar. Por fortuna mi lugar de trabajo no queda lejos de casa y puedo andar bastante cómo con respecto al tema… Bueno, un tanto. Uno se pregunta, por qué no han colocado una planta de desalinización y una de tratamiento, por ejemplo en Macanao, donde a veces no tienen agua por más de quince días. A quienes les comento esto en la isla me dicen que la respuesta siempre es: “resulta muy costoso. ¿Muy costoso? No creo que más costoso que los gastos gubernamentales en subsidios, que bien podrían convertir en créditos, o las dádivas a otros países, o lo que gasta Maldonado en cada choque. Además, el país puede asumir los costos de tales plantas. Ustedes me preguntarán si no será perjudicial para el ecosistema marino. Yo les responderé que ese estudio se lo podemos dejar a los biólogos que graduamos en la UDO y que seguramente hallarán una manera segura de evitar que tales instalaciones dañen el ecosistema con sus estudio.  Y si no se pueden montar tales instalaciones, al menos generaremos empleos con la investigación. Lo mismo se puede aplicar a la energía eólica, que según dicen acá es obsoleta, pero que en otros países es muy útil. Además, muchos ambientalistas estarán encantados de estudiar si se puede o no realizar esta empresa.
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            Una vez conversaba con un familiar sobre el gasto de papel de baño en el mundo. La plática incluía una revisión sobre lo que se gasta en electricidad y el hecho de contaminar el entorno de las instalaciones para la producción de materiales con los cuales se fabrican los secadores automáticos de los baños públicos. Y luego de hablar y hablar, comparando sistemas de purificación, de recolección, mantenimiento, entre otros, la conclusión no era otra que la conservación del medio ambiente no es barata, ni cómoda ni fácil, ni rápida. Pero si uno lo piensa bien, tampoco lo es la salud. ¿Cuánto tiempo invertimos en gimnasios? ¿Cuánto tiempo nos lleva trotar o correr? ¿Cuánto tiempo lleva a un escritor terminar una novela? Evidentemente no es fácil ni cómodo. Seleccionar basura, respetar cauces de ríos, investigar ecosistemas son tareas que a primera vista no reportan una ganancia. Pero son una inversión. Así pasa con los filmes de culto. No reportan ganancia directa ni enriquecen el bolsillo a primera oportunidad. Y la conservación no es otra cosa que la salud del ambiente, la salud del planeta. Como pasa con la salud el individuo, se construye con disciplina, en el tiempo. Cara es la paga, pero buena será la compra.
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Para despedirme, comparto unos avances cinematográficos que van en esta onda de promover conciencia ante los recursos del planeta. Sobre los excesos y sobre las carencias... Un poco de todo... Excelente día para todos.


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