Luego de una semana de preparación bastante ajetreada, comenzaron las
clases. Para mí, el inicio fue el día sábado; La bienvenida comenzó con un
sancocho preparado por los alumnos del segundo trimestre y como Dios manda,
quién cocina no lava; por lo tanto nos tocó limpiar la vajilla. Así es como creo que comienza.
Nuestras clases teóricas de esa semana fueron en su mayoría
introductorias. Creo que todas ellas coinciden en la importancia del
trabajo en equipo y la atención a los detalles del mundo del cocinero
(procesos, técnica, etiqueta, costos, higiene, seguridad). Día a día esto
resultó 110% verdad. Toda la mañana te entiendes con un equipo y necesitas un
lenguaje, normas, llevar a cabo acciones concretas, y por supuesto ayuda el
tener un norte compartido. Todo cuenta. Nuestra tarea oficial de la semana: Una bitácora de nuestra experiencia inicial de estos días.
La primera semana toca aprender lo básico: El Lenguaje. Honestamente, es
muy poco lo que sabía de la nomenclatura culinaria; si bien algunas veces
revisando recetas aprendí términos, mi primera jornada de clases estuvo signada
por adquirir un glosario, que va desde aquello que compone el espacio para
trabajar, pasando por métodos de cocción y por tipos de corte.
El primer día descubres (al menos en mi caso) cualquier cantidad de
detalles referidos a seguridad e higiene, de los cuales la mayoría es puro
sentido común. La idea es tener claro cómo atender a situaciones no previstas
en el espacio de trabajo.
El día martes nos vamos a trabajo de campo: Visita a un mercado local,
en el sector Conejeros. Yo he ido en ocasiones, pero apenas me acerqué al área
de alimentos. Hace tiempo que me llamaba la atención visitarlo, pero por lo
general hay mucha gente y es molesto estacionar. Esta vez para nada fue motivo
de queja una u otra cosa. Incluso conseguí productos que tenía años sin ver,
muchos de una época en la cual de iba a comprar legumbres con mis abuelos. En
la clase promueven la importancia de adquirir los productos de manos de quien
trabaja directamente con ellos. Y con toda razón. Es provechoso y agradable (l
menos en cuanto a mí respecta) preguntar sobre origen y usos de lo que vas a
comprar. Además contribuyes a mantener el recinto y quizá promueves mejoras a
futuro para este.
De regreso a cocina (al día siguiente), volvemos al tema del cuchillo,
para aprender cortes básicos y practicar. Además es nuestra clase de métodos de
cocción de vegetales, sometiéndoles a diferentes procesos y ver las variaciones
en cuanto a textura, sabor, apariencia, que se producen dependiendo de los
mismos. Someter un brócoli al proceso de blanqueado, nos permite obtener una
cocción buena, pero acompañada de un baño de maría invertido, nos permite a la
vez conservar una apariencia fresca, deteniendo el proceso de cocción. Cuando
grillamos un ají o freímos un pimentón, conservamos una textura cercana a lo
crujiente, mientras que al rostizar este último frente a la llama y ahumarlo, tendemos
una textura y sabor diferentes.
Tuvimos oportunidad de poner en práctica los métodos de cocción,
preparando lo que los estudiantes de nivel 2 utilizarían para armar una lasaña
(día jueves): Sofreímos cebollas y ajíes, blanqueamos brócoli, asamos
berenjenas y rostizamos ajo, todo para el mise en place del plato. Además
preparamos una salsa de tomate y una salsa Bechamel. Esta última nos introdujo al
concepto de lo que es un roux (elaboración de partes iguales de grasa y harina)
y de los procesos de reducción y concentración de sólidos, que a la larga nos
permiten elaborar salsas a partir del roux mismo; la bechamel parte de este
preparado, incorporando luego un líquido (leche en este caso). Y nos comimos la
lasaña que preparó nivel 2, en el compartir de ese día, que concluye con una
degustación de quesillos (de la cual me quedó merodeando el recuerdo de uno con
café y otro con cardamomo).
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