lunes, noviembre 28, 2016

Una suerte de poética personal





Cuando me toca preguntarme sobre mi trabajo de escritor, usualmente proviene de una crisis. Generalmente trato de no preguntarme tal cosa, porque sé que invertiré horas que a veces ni tengo, pues el día a día se las come; no me regodeo en descifrar lo que para mí debe escribirse o no.  Y casualmente hoy (que más bien es causal), realmente necesitaba escribir. Recordé ese fuego, la ráfaga de emociones, que es mejor pasar por el embudo de la respiración y entonces agarrar el colador por el lápiz y tamizar por el papel...



Necesitaba, no complacer. Pero no complacer a lo mediático. No quiere decir que no haya algo de razón en lo que dicen los medios. Pero para mí era mucho más necesario decir aquello que uno cree y menos necesario tener la razón. El no complacer a los medios viene justificado, por ejemplo, cuando estos transforman a los hombres en ídolos, sin recordar la responsabilidad al hacerlo. Más allá de todo esto, uno tiene razones para escribir, que a veces es más honesto que el "tener la razón", porque de ahí partimos a buscar explicarnos entre en todos y construimos mejor el criterio de realidad del cual participamos como los muchos que somos. Entonces tener la razón puede ser cierto o no. Pero como no depende enteramente de nosotros, en tanto depende de un consenso y una realidad acordada, resulta más importante el tener razones para decir lo que se dice, lo cual no deja de ser un asunto propio. Esa honestidad para con uno, puede hacer grandes cosas. Se revela en ella, una honestidad para con el otro y para con el mundo.



Necesitaba también, exorcizar algunos demonios personales. Algunos que aún hoy me tientan y sacan de mis casillas. Uno de los peores, la estupidez humana (de este caso en particular), que no es solo un demonio personal. Pero yo le temo más a la mía. Y viéndola afuera, no pude dejar de contactarla. Y escribí para no dejarla hacer de las suyas. Y cuando hay ira y rabia, nada mejor que escribir después de sufrirlas, porque a veces hace falta compartirlas. Escribir sirve para que la injusticia no pase totalmente impune. Escribo para encerrar al animal que llevo dentro si conviene. También para soltarlo. Escribo para escupir también. A veces escribo para no tener que escupir.

Escribo para dejarle un rastro de migajas a quien olvidó por dónde ir. Escribo para comer, escribo para beber; escribo lo que como y escribo lo que bebo. Me indigesto a veces. Y hasta me alcoholizo. Cocino realidades; las blanqueo y las confito.

Escribo para abrir puertas y también para cerrarlas.



Escribo para crear. Es culpa del mundo el que yo tenga ideas en mi cabeza y quiera crear. Es culpa de la experiencia y de tener ganas de comerme al mundo. Es culpa de la realidad, sea lo que eso sea. Vivir termina por darme combustible. Y cuando escribo termino por dejar una foto, que a su vez me produce ganas de escribir.

Escribo porque mi memoria es finita. Si bien hay espacio infinito en esa nebulosa, pescar en ese tumulto es más fácil cuando tienes la red.  O bien, la memoria es un tesoro, del cual es mejor tener el mapa.

Escribo porque…